Publicado en Claridad, sección en Rojo
Por: Jochy Herrera |
lunes, 2 de mayo de 2011 | |
Antígona es uno de los mitos griegos de mayor representación en la dramaturgia universal. Desde el Sófocles de 442 a. C., la ópera de Tomasso Traetta de 1772, la Antígona de Bertolt Brecht, la de José María Perman, la Antígona Vélez, la Antígona Furiosa, y la puertoriqueña de Luis Rafael Sánchez, todas, a juicio de George Steiner, ilustran los antagonismos y dicotomías inherentes a lo humano: la sexualidad, la individualidad, la senectud, la mortalidad y el misticismo. Así, tal como anota el venezolano Ángel Vilanova, Antígona resurge cada vez que la historia se ensombrece con el horror de la guerra, la injusticia, y los espectáculos de crueldad y dolor que parecen ser sempiternos infortunios del ethos latinoamericano.
La Pasión según Antígona Pérez es la caribeñización del honor fúnebre helénico, pero sobre todo, es la puesta en escena de la dignidad de la América mestiza, “la América dura, amarga, tomada... la de las generaciones dolorosamente estranguladas...”. He aquí la interminable presencia y atemporalidad del trabajo del legendario dramaturgo boricua –el escritor nacional– Luis Rafael Sánchez, cuya obra no sólo se reestrenó en el marco del 30 aniversario del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré en San Juan Puerto Rico, sino que acaba de aparecer simultáneamente en escenarios tan distantes como Asunción y Chicago.
Tras dos décadas de meritorio trabajo, el Teatro Aguijón trae a escena esta peculiar Antígona, que si bien se exhibe en esta otra ciudad puertoriqueña, es una versión global, latinoamericana en sí misma: Está dirigida y diseñada por las colombianas Marcela Muñoz y Rosario Vargas; el diseño de luces y sonido está a cargo del griego-chileno Augusto Yanocopulos; actúan Rey Andújar (República Dominicana); Jessica Kaddish (Estados Unidos); Raúl Moreno (México) y Elio Leturia (Perú).
Partiendo de la premisa de la presencia boricua en esta ciudad le pregunto a Rosario Vargas cómo cree ella que luce esta versión respecto a la de la Isla: “La obra refleja las necesidades intrínsecas de una sociedad en donde la inarmonía constituye una metáfora de su condición de vida”, responde la reconocida artista. “Inarmonía que deforma las relaciones de los individuos. Pero nuestro montaje, al igual que la obra de Luis Rafael, intenta llegar más allá de una nacionalidad específica y explora la disidencia, la protesta en un plano universal. Cuando Antígona Pérez exhorta al público a no quedarse callado, satisfecho, indiferente, es un llamado universal al desmonte, al cuestionamiento de todas las tiranías de cualquier ideología”.
En la escenografía pensada por Sánchez para esta pieza se “rehúye de todo lo que ponga una nota ornamental”, y esto se hace presente en el acogedor local del Aguijón donde anuncios y carteles, símbolos de la cuasi omnipotente presencia del poder, son los artefactos escénicos que hablan al espectador de “periódicos enfermos de fiebre amarilla” que en pleno 2011, inventan nuevas mentiras: guerras que apestan a petróleo, fronteras de muros de concreto, y cantos de victoria de presidentes en países desangrados entre la narcoviolencia.
Debe recordarse que la íntima esencia de la Antígona de Luis Rafael Sánchez es la rebeldía que solamente la injusticia logra provocar; el rechazo al dolor y al abuso que sólo el poder genera; el engrandecimiento de los principios que sostienen la fortaleza de los pequeños; La Pasión Según Antígona Pérez es, en resumen, el grito que alerta “contra la violación del espíritu”. Ante tal presencia artística sería lógico esperar un cierto celo profesional por parte del creador, sin embargo, a juzgar por sus recientes declaraciones a la prensa borinqueña, “él disfrutará ver la entrega de los actores, la libertad de esas obras que ‘son más de ellos’, del director que más; porque son ellos quienes dan la cara”. Y esto lo confirma Rosario Vargas desde Chicago: “Luis Rafael ha sido muy generoso y amable, cuando lo llamé y le dije que estábamos interesados en montar su obra y solicitábamos su autorización se alegró mucho; me dijo que teníamos luz verde para hacer los ajustes necesarios”.
Colofón en mano debo reconocer a la veterana actriz Marcela Muñoz, Antígona de Chicago que hace justicia con su espléndida corporalidad a la “resonancia de mito eterno” que, parafraseando a María Margarita Doncel, representa Hispanoamérica en la mujer de rasgos heridos por el sol colombiano y una tez hibernada por la nieve. Una Antígona que es esa Marcela local, y la Marcela que en esta obra es cada una de las heroínas imaginadas por Sófocles.
No muere aún, Antígona.
El autor es escritor dominicano radicado en Chicago. Autor de Extrasístoles (y otros accidentes); miembro de la Mesa Directiva de la revista contratiempo.
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