MADERA FINA
la boca de carne de nuestras maderas quema las gotas rizadas. el aire escogido es como un hacha para la carne de nuestras maderas.
José Lezama Lima
ya tu eras árbol por lo obvio la maldita condición de todo hombre tronco duro fibra cruda futura carne de taller cuando mi beso.
Xavier Varcárcel
José Lezama Lima
ya tu eras árbol por lo obvio la maldita condición de todo hombre tronco duro fibra cruda futura carne de taller cuando mi beso.
Xavier Varcárcel
Cuestión de ponerse al día con el mundo, las islas se dejaron asediar por el cemento que proponía un sistema de convivencia entre la brea y lo verde. La cibernética en cierta manera limita al ser a la soledad y el miedo, recluyéndole en bloques de individualidad; tómense como ejemplo el televisor o las redes electrónicas sociales. La cuestión asalta: ¿qué papel jugaría la naturaleza en este plan de aislamiento; o de manera más particular, ¿cómo traduce el sujeto actual la dialéctica entre la tecnología y su hábitat?
Xavier Varcárcel de Jesús se plantea estos conflictos desde la madera. La obviedad de las oposiciones entre la argamasa y la flora permiten al escritor formular la propuesta total del poemario. No es tanto resaltar la frialdad del hormigón; el árbol vivo o ya tumbado, convertido en tronco y ramas, comparte con el individuo su carácter humano. Por asuntos de biología, el ser está naturalmente más cerca de una flor, una raíz o un pájaro:
no puedo decir que me sonroja ser un tronco estirando sus raíces a la nada una fronda inventada noctíflora.
Los poemas iniciales ubican el Caribe como el espacio de la pérdida de la inocencia. Se declara una correspondencia entre aquella niñez y esta suerte de decepción por lo hallado. El Caribe se miente; el cuerpo caribeño es, dentro de su grandiosidad, dispensable.
Lo que queda de la vida, los recuerdos, van confluyendo en un sistema donde lo cotidiano adquiere forma y densidad, no sólo de el palo, el tronco vivo o las ramas, también se le aplican a los sentimientos las acciones de los usos del maderamen; los objetos que cortan, tornean, serruchan; el resultado de las intervenciones con el objeto: astillas, aserrín. Podría hablarse incluso de un proceso ritual en la manera en que las relaciones de la infancia, sin caer en el reclamo, responsabilizan al crecimiento por el desengaño del presente; es el amor de un muchacho por el mundo, del mundo por un árbol, del árbol por un hombre.
Estos poemas están sujetos a la toma de conciencia del ser Caribe como heredero de talas […] destinado a la polilla. Se aleja del bestiario para hacer un recuento de la flora: ausubo, cedro, mangle, ceiba, palma. Lo mejor de nuestra tradición literaria recurre puntualmente a los símiles del entorno para metaforizar el retorno o la posesión. En más de una ocasión durante el texto se sugiere el adentrarse, considerar la raíz –lo oculto; lo que se supone– como parte integral y a lo que se debe regresar. Las raíz es la razón.
A falta de selvas, las alusiones se construyen en la playa; aquí sucede la cópula de la madera con el mar, que abarca todos los sentidos, desde el más tierno, las ramas se hunden en el borde de la espuma dejando a la sal hacer sus nidos; atravesando la sensualidad, me dejo al sol para secarme de tu orilla / para sudar los jugos y los fondos de esta playa tibia; el desencanto, ¿en qué playa del mundo me dejaste amanecer mojado y seco / imposible de hojas nuevas?; hasta llegar a lo terrible de la yola, al destino de los balseros, a la escatología de los árboles, me comerán / estoy en ti / leña mojada / comején / madera muerta.
Hacia el final del poemario la propuesta inicial se completa al exponer la correspondencia entre lo humano y la madera. Bajo una persistente lluvia se coquetea con el juego sicalíptico; hace recordar a Guyotat cuando asegura que la sensualidad siempre está ligada a la escritura; a Bataille y sus teorías sobre lo carnal y la muerte. Es este sin duda un texto audaz; bien afincado en la mejor influencia Caribe. El asedio al derredor es constante y demuestra claramente los conflictos que el gran espejo del mar le refleja en el agua convertida en lluvia, en aguacero; las diatribas contra el cuerpo propio, en la soledad y en comunión. De todos estos roces nace la belleza, ya que en resumen el escritor hace del palo-naturaleza lo que todo poeta hace con sus pasiones.
Xavier Varcárcel de Jesús se plantea estos conflictos desde la madera. La obviedad de las oposiciones entre la argamasa y la flora permiten al escritor formular la propuesta total del poemario. No es tanto resaltar la frialdad del hormigón; el árbol vivo o ya tumbado, convertido en tronco y ramas, comparte con el individuo su carácter humano. Por asuntos de biología, el ser está naturalmente más cerca de una flor, una raíz o un pájaro:
no puedo decir que me sonroja ser un tronco estirando sus raíces a la nada una fronda inventada noctíflora.
Los poemas iniciales ubican el Caribe como el espacio de la pérdida de la inocencia. Se declara una correspondencia entre aquella niñez y esta suerte de decepción por lo hallado. El Caribe se miente; el cuerpo caribeño es, dentro de su grandiosidad, dispensable.
Lo que queda de la vida, los recuerdos, van confluyendo en un sistema donde lo cotidiano adquiere forma y densidad, no sólo de el palo, el tronco vivo o las ramas, también se le aplican a los sentimientos las acciones de los usos del maderamen; los objetos que cortan, tornean, serruchan; el resultado de las intervenciones con el objeto: astillas, aserrín. Podría hablarse incluso de un proceso ritual en la manera en que las relaciones de la infancia, sin caer en el reclamo, responsabilizan al crecimiento por el desengaño del presente; es el amor de un muchacho por el mundo, del mundo por un árbol, del árbol por un hombre.
Estos poemas están sujetos a la toma de conciencia del ser Caribe como heredero de talas […] destinado a la polilla. Se aleja del bestiario para hacer un recuento de la flora: ausubo, cedro, mangle, ceiba, palma. Lo mejor de nuestra tradición literaria recurre puntualmente a los símiles del entorno para metaforizar el retorno o la posesión. En más de una ocasión durante el texto se sugiere el adentrarse, considerar la raíz –lo oculto; lo que se supone– como parte integral y a lo que se debe regresar. Las raíz es la razón.
A falta de selvas, las alusiones se construyen en la playa; aquí sucede la cópula de la madera con el mar, que abarca todos los sentidos, desde el más tierno, las ramas se hunden en el borde de la espuma dejando a la sal hacer sus nidos; atravesando la sensualidad, me dejo al sol para secarme de tu orilla / para sudar los jugos y los fondos de esta playa tibia; el desencanto, ¿en qué playa del mundo me dejaste amanecer mojado y seco / imposible de hojas nuevas?; hasta llegar a lo terrible de la yola, al destino de los balseros, a la escatología de los árboles, me comerán / estoy en ti / leña mojada / comején / madera muerta.
Hacia el final del poemario la propuesta inicial se completa al exponer la correspondencia entre lo humano y la madera. Bajo una persistente lluvia se coquetea con el juego sicalíptico; hace recordar a Guyotat cuando asegura que la sensualidad siempre está ligada a la escritura; a Bataille y sus teorías sobre lo carnal y la muerte. Es este sin duda un texto audaz; bien afincado en la mejor influencia Caribe. El asedio al derredor es constante y demuestra claramente los conflictos que el gran espejo del mar le refleja en el agua convertida en lluvia, en aguacero; las diatribas contra el cuerpo propio, en la soledad y en comunión. De todos estos roces nace la belleza, ya que en resumen el escritor hace del palo-naturaleza lo que todo poeta hace con sus pasiones.
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