Tuesday, January 25, 2011

Dis is de way it is


Dominican in Berlusconi sex scandal
A Dominican woman, 25-year old Maria Esther Garcia Polanco involved in the sex scandal surrounding Italian Prime Minister Silvio Berlusconi told La Repubblica newspaper on Saturday that she did have sex with the 74-year old Prime Minister and did so just to thank him for paying her five-year old daughter's medical bills. She denies doing this for money. She says he also helped her find work as a television showgirl on a program called "The Hot Chick and the Dork". She says she thanked him with sex.

Maria Esther Garcia Polanco is one of 14 women, the so-called "bunga bunga girls", who were reportedly kept in rent-free accommodation by Berlusconi in an apartment complex, Villa San Martino, on the outskirts of Milan in exchange for striptease and sex services.

Foto: Natale en Milano

Saturday, January 22, 2011

vida gitana

las máscaras de stanislaw jaroszek

Por Rey Andújar

Death upsets everything.

Philip Roth

A nadie en su sano juicio se le ocurriría preguntarle a un inmigrante qué cosas (casi siempre son tres) se llevaría a una isla desierta, o peor aún, cuáles pertenencias tendrían prioridad al momento del naufragio. El oficio del que viaja poco por placer es azaroso. Para cruzar la frontera hay que ir ligero; lo mismo que para atravesar los canales infestados de tiburones o dispararse de las precariedades ocasionadas por la posguerra. No hay mucho que traer porque el país que se deja está vacío de cosas o las que hay no interesan; además, lo que espera del otro lado, allá, es la idea del progreso. Maldito progreso que desde el momento en que se plantea implica un compromiso malevo.

Por poco que se traiga, el que viene arrastra sus cánticos y sazones; historias inacabadas, códigos y cánones. Y aunque en apariencia parezca trivial, el viajero trae un elemento de peso: su lenguaje. Por esta razón, todo lo que escriba Stanislaw Jaroszek en español tendrá siempre un dejo de extrañeza, y en mi caso, de fascinación. Ya en el prólogo de Jaleos y denuncias, el estudioso Paul Schroeder expone una teoría sobre el asunto y la completa con unas comparaciones más que razonables. Me atrevería a añadir que es pertinente recordar al escritor como fingidor; un ser que constantemente se hará de máscaras para componer un relato. Robará si es preciso. He aquí el factor de riesgo que hace de este libro una pieza rara y deslumbrante.

Si por jaleo puede leerse “extension”, por denuncia podría interpretarse “poner de manifiesto”. En todo el sentido esta colección representa lo propio. Estas historias, elaboradas desde una persona narrativa matizada en la candidez, describen seres incompletos aferrados a la vida aunque se regodeen en el muere. Estos personajes terriblemente cotidianos destacan por sus chispazos de energía; un tímido fervor religioso y la predisposición al trayecto y la espera.

A esto debe agregarse el tema axial que plantea la pugna constante entre la muerte y lo sensual. Esta propuesta de (contra)reflejo entre lo sicalíptico y lo fúnebre no es casual. Georges Bataille, en Las lágrimas de Eros, establece que así como existe una dialéctica entre el mito y lo real, entre el juego y el trabajo, el amor y la muerte componen un estadio místico que va más allá de la creación, influyendo y determinando áreas de la filosofía y el sicoanálisis.

Cuando Jaroszek, en “Amanda, la cariñosa”, uno de los mejores cuentos de la serie, apunta “Es que los muertos nos aman mucho”, no miente y lo que es más terrible, es que no lo hace de manera inocente. El autor narra las aventuras del viajante con una voluptuosa mujer y va dejando, a manera de caminito de migajas, pistas que toman total sentido hacia el final, cuando personaje y lector se enteran de que el hombre ha estado jangueando con el fantasma de una de las novias que dejó antes de marcharse a los Estados Unidos. Sin duda, hay en lo fúnebre un estremecimiento parecido al que se experimenta ante el placer erótico. La poesía habla de un amor que desordena la cotidianidad del universo; de la misma manera la muerte [la despedida] trastorna la falsa serenidad de la gente y las cosas.

La mayoría de estos relatos están muy bien logrados; parten de la acción misma y no dan tregua. Sus frases cortas, claras y bien articuladas permiten una narración fluida, sin prisa ni pausa. De los mismos sobresalen “El hermano”, en donde aparece el personaje de Bogdan, a quien por interesante extrañé en el resto de las historias; “Cosa de hombres”, cuento que juega muy bien con la figura del macho y la venganza; “El dueño”, que viene a ser un verdadero melting pot en donde a vuelo de pájaro se revisan las extrañezas de un variopinto grupo de inmigrantes y “El encuentro”, quizás uno de los momentos de ternura en la colección.

Jaleos y denuncias es un libro que sale airoso en el escabroso tramo del cuento breve. Sus historias apelan a la vida gitana, a puertas que han quedado abiertas al otro lado del océano y ventanas que nunca podrán cerrarse. El viajero se traslada con su lengua a cuestas, ahorrando sonrisas, escondiendo lágrimas; con cada dólar como una tregua, con cada abrazo como un adiós.

Jaroszek, Stanislaw. Jaleos y denuncias. Chicago: Ediciones Vocesueltas, 2010.

Tuesday, January 18, 2011

Alma repaso. Anotaciones alrededor de «Extrasístoles», de Jochy Herrera


primero debéis abrir el corazón | al encuentro de la vida stanislavski

Extrasístoles es la reafirmación del vox populi “recordar es pasar por el corazón de nuevo.” El escritor, fascinado ante el órgano extraordinario que nos habita, compone una fenomenología del motor del cuerpo y de las cosas; el corazón como fuerza y trastorno del lenguaje. Si cada libro es un viaje el trayecto en éste comienza con la búsqueda de un ritmo interno en donde el bombeo sanguíneo y las pulsiones plantean el movimiento hacia el cuerpo agotando sus significaciones. El principio es el sensorio. El apartado que da inicio, denominado “Seducir los sentidos” trata de la universalidad del concepto corazón, deteniéndose en curiosidades del origen del vocablo, “Al parecer, hrid en sánscrito designaba al corazón; y su variante griega krid, posteriormente kirdía, evolucionó a la acepción latina cor.” Herrera se vale de ciertas extrañezas de carácter etimológico, estableciendo con certeza las infinitas posibilidades del lenguaje; destacando cómo una palabra tan cara al ser humano es, estudiada sin distracción, objeto y lugar de múltiples extra-convenciones. El corazón es el escándalo de la ambivalencia entre lo insólito y lo común.

El autor resalta de manera acertada las distintas concepciones del término para determinadas culturas. En Oriente, la fuerza se encuentra en la parte media del cuerpo, desde la cabeza del torso hasta el límite del sexo, lo que, según Herrera, propone al corazón como un punto mágico que reúne vida, tiempo y muerte. Para los chinos el corazón es “evidente referencia al ciclo de las estaciones.” A partir de esto decir que el corazón es una caja de tiempo y que los latidos son la marca de la vida; que cada latido es un paso más hacia nuestra muerte, no sería una metáfora. A este punto las intenciones del escritor quedan ya declaradas; Herrera se explaya en las formas del corazón y en las distintas maneras en que el arte ha pretendido imaginar el músculo, alrededor de todas las formas que adquiere a partir de la importancia de sus funciones dentro y fuera del cuerpo. La alusión que se hace a los sentidos en este apartado es la observación de esas formas imaginadas del mismo. Por ejemplo, “París y el estetoscopio”, más que una reflexión crítica-histórica del instrumento, es una visita al corazón desde el sentido auditivo. Un acercamiento para escuchar atentamente el pulso y paso de la vida.

El corazón determina cómo vemos y nuestras maneras de percibir los estímulos exteriores del mundo, el sabor de lo que nos rodea. Los textos en Extrasístoles (Vocesueltas, 2009) colocan al ejercicio cardíaco como responsable de las funciones del cuerpo y sus (extra)cotidianidades. Lo interesante es que la escritura de Herrera, aunque sustentada en hechos históricamente comprobados, se aleja sobremanera del manual o el tono meramente científico y sin esfuerzo procura cierta sensibilidad que por humilde en ocasiones raya en la belleza de la prosa poética que el autor pretende reprimir.

Quien escribe es un testigo de su tiempo. Hacia el final de esta primera parte del texto Herrera combina notas actuales que completan las complejidades recorridas en los escritos anteriores. El capítulo sobre la Viagra y el hombre embarazado hablan de los alcances del cuerpo y de cómo éste llega hasta donde la ciencia y la humanidad le expandan.

“Corazón espejo” trata sobre las maneras que tiene el cuerpo de comunicarse; de decir, aún mas allá de la muerte. En lo adelante el libro utilizará a manera de códice la descripción etimológica de los vocablos, lo que funciona como hilo conductor; es una manera de recordar al lector que aunque lo presente contiene la validez de lo investigativo, como libro su belleza reside en lo escritural. Inmediatamente después de definir Biopsia, “del griego bios, vida, y opsi, apariencia”, el autor opina,

“[…] las biopsias acarrean implicaciones que rebasan el campo estrictamente médico […] Es decir, cada biopsia tiene una significación particular capaz de provocar reacciones diferentes en el sujeto estudiado […] Quizás someterse a una biopsia le resucite memorias de rasgos freudianos reminiscentes en traumas ocultos.”

En estas reflexiones filosóficas el cuerpo es el espacio de diferencia. Lo que nos es más común, nuestra propia corporeidad, es un conjunto de contradicciones que a su vez son las responsables de que funcionemos maravillosamente. Herrera se dirige hacia una teoría del cuerpo como espacio temporal y descansa estos postulados en las distintas maneras de detenerse en los estudios sobre la muerte; los procedimientos de disección y patología constituyen una manera de conversar con lo humano más allá de la vida, de todas las cosas que pude decirnos los órganos ya inertes. Cuando repara en las nuevas posibilidades científicas desarrolladas para la transformación de nuestra materia corporal, el escritor demuestra cómo podemos expandirnos y cambiar a partir de la cosmetología y la cirugía estética; cómo podemos prolongarnos a partir de trasplantes, la donación de órganos; esto es, la traslación del cuerpo.

La tercera parte de Extrasístoles trata del corazón como centro y los distintos estudios acerca del mismo en condiciones extremas y disímiles como el corazón de los celos y el de los astronautas. En el ensayo “Herir el ventrículo izquierdo”, Herrera hace una brecha en la intimidad para comentar sobre sus primeras experiencias como médico con el órgano. Para quienes desconocemos los misterios y detalles de la maquinaria humana, la medicina es en más de una ocasión magia y milagro.

Hacia el final del libro, en “Corazonadas” cuarto apartado, se pone sobre la mesa la cuestión de Dios como creador, la religión y los avances científicos que han encontrado la prolongación de la vida. Sorprende en este libro cómo Herrera puede pasar de las posturas posmodernas sobre la tecnología cardíaca, explicando el desarrollo y la funcionalidad de los corazones artificiales, hacia las ofrendas mitológicas en las culturas mesoamericanas. Lo que los conquistadores denominaron como barbarie era para estos habitantes de la primera América un recurso habitual de comunicación celeste y parte integral de su ente cosmogónico.

“Soñar el alma, pensar la muerte…” es donde se habla de alma y delirio; remite al estado poético que propone el libro en sus inicios. Si el viaje comienza con una disertación acerca del corazón como palabra, hacia la forma estructural de las lenguas y las maneras de comunicar, las piezas finales son una suerte de reconciliación. Herrera regresa a los autores queridos y los asocia con la condición melancólica. El autor se refugia en la búsqueda de significados para lo triste concluyendo con una cartografía del corazón como fuente del sentimiento; como habitáculo de lágrimas y generador de querencias. Cuando el músculo funciona de esta manera se llama alma.

Extrasístoles es la invitación al viaje de regreso, tanto para el que conocía de antemano las anotaciones y erudiciones en el mismo, como para el que emprende el trayecto por vez primera. Ejercitando la humildad como virtud, Jochy Herrera sugiere recordar que la lectura es el viaje mejor; que escribir es también detenerse ante los aciertos.

Friday, January 14, 2011

La nueva edición de Contratiempo / Enero

revista contratiempo enero 2011

Este número de la revista tiene un dossier sobre literatura del Mariel. Interesantísimo.
Mira la revista online:

http://revistacontratiempo.com/revista/index.php

Salud!

Saturday, January 8, 2011

La obscena originalidad de la muerte en boricua, o PR es una sublime casa de espantos

Por Bruno Soreno, escritor boricua.

Igualito a una Slasher-Gore B Movie de los ochenta, el hombre-monstruo sale del baño de la casa a devastar. En la mano derecha, empuña un “dispositivo incendiario” (eufemístico y poco terrorífico nombre para un encendedor). En la izquierda, lleva un recipiente con “líquido acelerante” (eufemístico y poco terrorífico nombre para un galón lleno de kerosene, maravillas de la prensa boricua de querer disfrazar la atrocidad a fuerza de tecnicismos inútiles, entiéndase CSI, P.R). El monstruo-hombre se dispone a interrumpir groseramente la fiesta familiar que él mismo convocó. Era una fiesta de cumpleaños, apuesto que con bizcocho y todo. ¿Los invitados? Sus padres, su hermano con la ex de este último, sus sobrinos, la novia de uno de estos. ¿Modo de la descortesía? Rociar a la concurrencia, “carne de su carne” como se dice, con el “líquido acelerante” y activar el “dispositivo incendiario” a la salida de una manga conectada a un tanque de gas propano (¿arma de destrucción masiva? Echo de menos un eufemismo.) ¡Fum! En boricua: aquel cabrón le pegó fuego a to’el mundo allí. Hasta el perro, acaso. Hasta a su madre, literalmente. Imagino que el hombre-monstruo, en su gesto pirotécnico, logró prender las velitas del bizcocho. Sé que nadie pudo soplarlas, pero también sé que al monstruo-hombre se le cumplió un deseo.Aniquilar a gran parte de su parentela. También sé que el susodicho cumplirá años, muchísimos años o pocos, los que le queden de vida, tranquilo o en el terror, en una jaula. La mayoría de los presentes en esa cena macabra no cumplirán años nunca más. Pero las muertes no ocurrirán de golpe: igualito que una película de miedo cool de los dosmiles, la gente se va muriendo rigurosa y aritméticamente, uno por día todos los días, como por designio de una maldición (Final Destination anyone?) o como en una ópera orquestrada por un director satánico. Una película de horror y sus secuelas, una secuela diaria, una muerte (Flaming New Year 1, 2, 3, 4, 5….) . No hay que recalcar que las secuelas son una cualidad intrínseca del género. Wes Craven paliderecería.

Aunque lo parezca, el interés de esta nota no es de índole moral. A esta nota poco le importan los destinos (algunos sabidos, otros ignotos) de los personajes de esta historia. La quijada reposando en el pecho, los ojos grandes grandes que se escapan de sus órbitas, las cejas arqueadas hasta tocar el techo, la aspiración fuerte, súbita y sonora ante el hecho, el estupor. Todas estas manifestaciones corporales, signos materiales de un lenguaje involuntario que predata los lenguajes “naturales” siendo más natural por mucho que estos últimos (síntomas todos estos de la experiencia del asombro horrorífico, pero fácilmente provocadores de la carcajada, ridículos todos ellos sacados de contexto) son muestras de una moral del cuerpo que encuentra innecesaria su articulación en palabras, su enunciación. No es necesario explicitar demasiado la moral: el cuerpo la conoce. Qué hacer con ella implica otros veinte pesos. Escribir es un acto (casi siempre) voluntario. Los gestos anteriormente mencionados no lo son. Del sistema simpático, involuntario, al sistema parasimpático, perteneciente a la voluntad, un paso, un universo es.

Entonces, el objetivo de esta nota no será proponer un argumento moral, sino hacer un comentario de índole estético. La experiencia real, lo que verdaderamente paso allí es, no hay que decirlo, inenarrable. Habría que aclarar: acaso es una experiencia narrable (primero pasó esto, después el tipo hizo esto, después aquella gritó etc.) pero no es comunicable. uún para los sobrevivientes si los hay. A nivel de los sentidos: ¿cómo comunicar el apropiado y festivo olor a carne asada que debía cundir allí, mezclado con los efluvios del gas y el keroseno, ese coctel fatal? ¿Cómo expresar, imitar, describir los gritos familiares, como distinguirlos del propio grito? ¿Cómo transmitir la sensación de la carne chamuscándose, como atreverse me quemo, me estoy quemando, esa es mi madre ardiendo y yo, ese olor a lechón asado soy yo, mi sobrino y yo, mi novia y yo me huelo yo, me oigo yo, me quemo? Nada de moral, sépase: pura fenomenología.

En esa imposibilidad de la experiencia que se sospecha radica lo sublime, más allá del dolor, más allá del sufrimiento, más allá de toda moral. O acaso lo contrario, habría que fundamentar una moral en la experiencia imposible de lo sublime. El cuerpo reconoce esta posibilidad, la expresa en la ambigüedad de sus gestos ante lo atroz. El mismo gesto ridículo y digno a la vez, solidario a la vez, demasiadamente humano a la vez Gestos grotescos pero sobrecargados de moral. Porque es que estamos más allá, en un sobremundo de lo atroz. Cadáveres de pie, cadáveres motorizados, maniquíes de carne que voltean la lógica de la representación (un cuerpo que imita a un maniquí que imita a un cuerpo), taxidermias inauditas, casos de sin resolver de niños muertos dónde la lógica más mínima señala a los responsables convertidos en historias locked room mystery de Sherlock Holmes, la orquestración en el tiempo de el evento hiperreal de la muerte en episodios sucesivos, el lenguaje prestado de la ficción para nombrar lo demasiado real de la muerte, los números que no mienten pero desaniman (¿o animan? Los números como game show caligari: ¿cuántos muertos van? ¿rompimos el récord del año pasado? ¿no? ¡Coño, por poquito! Pero este año empezamos con buen ritmo, ya van tantos más que el año pasado a esta fecha. Este año dios mediante rompemos record. ¡Carajo, van ocho fucking días!), la muerte como espectáculo, como película mala, la muerte, la muerte. Qué vergüenza.

El hombre-monstruo lo único que tiene de monstruo es el alma. Las enfermedades del alma son las más patógenas, las más contagiosas. Encuentro en el vocero del cinco de enero una caricatura en la página 20. “Doña Violencia está de plácemes” dice el título. Una señora de mediana edad, un poco obesa pero voluptuosa, curvosa podría decirse, se lima las uñas. Lleva un traje negro muy ajustado y corto. Lleva un collar de perlas negras. Lleva verrugas en su nariz enorme, como una bruja. Sería fantásticamente cómica la caricatura si su titulo dijera: “Tu suegra”. Pero ella es Doña Violencia. Alardea de sus hazañas en el año anterior y el principio del vigente. Lejos está esta figura de la muerte esquelética y encapuchada, aquella que portaba una guadaña para segar las vidas de los mortales, aquella que ni se alegraba ni se entristecía de su monótono trabajo, y era por lo tanto más terrorífica, por menos humana. Doña Violencia está simpática, casi seduce. En la página 7 del mismo periódico misma fecha leo el siguiente titular: “Por poco imitan desgracia”. Se refiere a que un tipo le pegó fuego a la casa de su hermana remedando al hombre-monstruo, némesis celebridad que ya tiene su primer imitador. Mimesis. ¿No escribí arriba que esto era sólo una cuestión de estética? También escribí que las enfermedades del alma son las de más suceptible transmisión.

Y sigue el contagio.

Tuesday, January 4, 2011

Navidades en La Habana


En Sangívin Jess me rogó que me extendiese con ella hasta las Navidades pero puse trabas: Tengo que entregar los finales en la universidadAdemás, tá lo de Cuba. Le molestó el hecho de que le tocaba quedarse en ese clima grisoscuro mientras yo me iba a La Habana: tanto Mojito tanta desgracia, playa transparente hasta la garganta, beso sudado en el aterrizaje, los adioses.

Llego a un San Antonio de los Baños que enamora de verde, de acento suavecito, como sugerido, como Oye chiquitico ojos más lindos que tú tienes, bébete otra cerveza, apriétame, tú eres dominicano, tú eres del cielo, qué boca tan dulce.

Me siento completo, borracho de una isla que me faltaba. Escribo en las paredes de Centro Habana: “Te confieso que privando en ciego tropecé con los rumbos de miel que dejaba en tu costillar cuando te adelantaba, apretándote izquierda, me mordiste una oreja, me recordaste mi santo.”

Hace dos semanas le juraba a Jess amor eterno en Irving Park y ahora que hago unos trueques violentos con Cubana de Aviación estoy seguro que dentro de un mes juraré quedarme. Ser cubano. Quizás así adopte un estilo literario que presione lo que escribo; que coloque definitivamente entre la espada y la pared lo que significa entablar desde el lenguaje poético y el habla cotidiana. Una poesía en donde la palabra signifique en sí. Lo común, según Cortázar: Lo insólito es lo contrario a lo común; es decir, una lata. O sea que me siento horrible lejos del Viejo San Juan. Le pregunto al moreno que me machaca las hojas para el Mojito en el Nacional, ¿Cuántas islas me tocan? ¿Cuántas albergo?

Las cubanas te acuestan en los ceniceros para que lleves su marca. Te revuelcas la vida con una cubana y no terminas siendo ni su novio ni su nadie ni su nada: eres un pedazo de hierba que les recuerda de donde vienen; una lágrima mañanera en una film de Pineda Barnet; un trozo de sangre que les hace extrañar al hijo que tendrán contigo; la bruma de una mujer que toma la decisión de escaparse con otra mujer; los bosques sin verjas; playas amuralladas… Tanto tiempo viviendo en Boricua y sin haber amado.

Pero el avión que me devuelve pasa como siempre por la República, en donde me relajan el acento pero no me permiten ser nada más que un DominicanYork en tránsito. El avión llega a Chicago y hay un tren que sale para Naperville. Despierto y te encuentro arrecomodada en mi pecho; me aruñas un bembe y dices te quiero en ese acento tan estrujado, tan no puedo vivir sin ti, tan yo sabía que vocé iba a voltar. En tu casa todavía el arbolito resiste las bombillas y las aureolas, los regalos abajo y sin abrir. La gringada, en suma. Yo destapo la botella de Havana Club para ponerme sabroso. Para entregarte un corazón desbordante, arrestado de mulatos y malecones. Un corazón coraza para regalárteme en Navidad.