Tuesday, January 18, 2011

Alma repaso. Anotaciones alrededor de «Extrasístoles», de Jochy Herrera


primero debéis abrir el corazón | al encuentro de la vida stanislavski

Extrasístoles es la reafirmación del vox populi “recordar es pasar por el corazón de nuevo.” El escritor, fascinado ante el órgano extraordinario que nos habita, compone una fenomenología del motor del cuerpo y de las cosas; el corazón como fuerza y trastorno del lenguaje. Si cada libro es un viaje el trayecto en éste comienza con la búsqueda de un ritmo interno en donde el bombeo sanguíneo y las pulsiones plantean el movimiento hacia el cuerpo agotando sus significaciones. El principio es el sensorio. El apartado que da inicio, denominado “Seducir los sentidos” trata de la universalidad del concepto corazón, deteniéndose en curiosidades del origen del vocablo, “Al parecer, hrid en sánscrito designaba al corazón; y su variante griega krid, posteriormente kirdía, evolucionó a la acepción latina cor.” Herrera se vale de ciertas extrañezas de carácter etimológico, estableciendo con certeza las infinitas posibilidades del lenguaje; destacando cómo una palabra tan cara al ser humano es, estudiada sin distracción, objeto y lugar de múltiples extra-convenciones. El corazón es el escándalo de la ambivalencia entre lo insólito y lo común.

El autor resalta de manera acertada las distintas concepciones del término para determinadas culturas. En Oriente, la fuerza se encuentra en la parte media del cuerpo, desde la cabeza del torso hasta el límite del sexo, lo que, según Herrera, propone al corazón como un punto mágico que reúne vida, tiempo y muerte. Para los chinos el corazón es “evidente referencia al ciclo de las estaciones.” A partir de esto decir que el corazón es una caja de tiempo y que los latidos son la marca de la vida; que cada latido es un paso más hacia nuestra muerte, no sería una metáfora. A este punto las intenciones del escritor quedan ya declaradas; Herrera se explaya en las formas del corazón y en las distintas maneras en que el arte ha pretendido imaginar el músculo, alrededor de todas las formas que adquiere a partir de la importancia de sus funciones dentro y fuera del cuerpo. La alusión que se hace a los sentidos en este apartado es la observación de esas formas imaginadas del mismo. Por ejemplo, “París y el estetoscopio”, más que una reflexión crítica-histórica del instrumento, es una visita al corazón desde el sentido auditivo. Un acercamiento para escuchar atentamente el pulso y paso de la vida.

El corazón determina cómo vemos y nuestras maneras de percibir los estímulos exteriores del mundo, el sabor de lo que nos rodea. Los textos en Extrasístoles (Vocesueltas, 2009) colocan al ejercicio cardíaco como responsable de las funciones del cuerpo y sus (extra)cotidianidades. Lo interesante es que la escritura de Herrera, aunque sustentada en hechos históricamente comprobados, se aleja sobremanera del manual o el tono meramente científico y sin esfuerzo procura cierta sensibilidad que por humilde en ocasiones raya en la belleza de la prosa poética que el autor pretende reprimir.

Quien escribe es un testigo de su tiempo. Hacia el final de esta primera parte del texto Herrera combina notas actuales que completan las complejidades recorridas en los escritos anteriores. El capítulo sobre la Viagra y el hombre embarazado hablan de los alcances del cuerpo y de cómo éste llega hasta donde la ciencia y la humanidad le expandan.

“Corazón espejo” trata sobre las maneras que tiene el cuerpo de comunicarse; de decir, aún mas allá de la muerte. En lo adelante el libro utilizará a manera de códice la descripción etimológica de los vocablos, lo que funciona como hilo conductor; es una manera de recordar al lector que aunque lo presente contiene la validez de lo investigativo, como libro su belleza reside en lo escritural. Inmediatamente después de definir Biopsia, “del griego bios, vida, y opsi, apariencia”, el autor opina,

“[…] las biopsias acarrean implicaciones que rebasan el campo estrictamente médico […] Es decir, cada biopsia tiene una significación particular capaz de provocar reacciones diferentes en el sujeto estudiado […] Quizás someterse a una biopsia le resucite memorias de rasgos freudianos reminiscentes en traumas ocultos.”

En estas reflexiones filosóficas el cuerpo es el espacio de diferencia. Lo que nos es más común, nuestra propia corporeidad, es un conjunto de contradicciones que a su vez son las responsables de que funcionemos maravillosamente. Herrera se dirige hacia una teoría del cuerpo como espacio temporal y descansa estos postulados en las distintas maneras de detenerse en los estudios sobre la muerte; los procedimientos de disección y patología constituyen una manera de conversar con lo humano más allá de la vida, de todas las cosas que pude decirnos los órganos ya inertes. Cuando repara en las nuevas posibilidades científicas desarrolladas para la transformación de nuestra materia corporal, el escritor demuestra cómo podemos expandirnos y cambiar a partir de la cosmetología y la cirugía estética; cómo podemos prolongarnos a partir de trasplantes, la donación de órganos; esto es, la traslación del cuerpo.

La tercera parte de Extrasístoles trata del corazón como centro y los distintos estudios acerca del mismo en condiciones extremas y disímiles como el corazón de los celos y el de los astronautas. En el ensayo “Herir el ventrículo izquierdo”, Herrera hace una brecha en la intimidad para comentar sobre sus primeras experiencias como médico con el órgano. Para quienes desconocemos los misterios y detalles de la maquinaria humana, la medicina es en más de una ocasión magia y milagro.

Hacia el final del libro, en “Corazonadas” cuarto apartado, se pone sobre la mesa la cuestión de Dios como creador, la religión y los avances científicos que han encontrado la prolongación de la vida. Sorprende en este libro cómo Herrera puede pasar de las posturas posmodernas sobre la tecnología cardíaca, explicando el desarrollo y la funcionalidad de los corazones artificiales, hacia las ofrendas mitológicas en las culturas mesoamericanas. Lo que los conquistadores denominaron como barbarie era para estos habitantes de la primera América un recurso habitual de comunicación celeste y parte integral de su ente cosmogónico.

“Soñar el alma, pensar la muerte…” es donde se habla de alma y delirio; remite al estado poético que propone el libro en sus inicios. Si el viaje comienza con una disertación acerca del corazón como palabra, hacia la forma estructural de las lenguas y las maneras de comunicar, las piezas finales son una suerte de reconciliación. Herrera regresa a los autores queridos y los asocia con la condición melancólica. El autor se refugia en la búsqueda de significados para lo triste concluyendo con una cartografía del corazón como fuente del sentimiento; como habitáculo de lágrimas y generador de querencias. Cuando el músculo funciona de esta manera se llama alma.

Extrasístoles es la invitación al viaje de regreso, tanto para el que conocía de antemano las anotaciones y erudiciones en el mismo, como para el que emprende el trayecto por vez primera. Ejercitando la humildad como virtud, Jochy Herrera sugiere recordar que la lectura es el viaje mejor; que escribir es también detenerse ante los aciertos.

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