Saturday, July 30, 2011

El «Saturnario» de Rey Andújar: un boulevard de sueños rotos

El «Saturnario» de Rey Andújar: un boulevard de sueños rotos

JOCHY HERRERA | Entre la autobiografía y la ficción, Andújar sacude y redefine la calle, el getto y el habitat existencial de hombres y mujeres expatriados, que no apátridos; y como tal, se hace necesario comprender estos textos desde dentro y desde fuera de sus realidades físicas.

Hay, a veces, muertes en la podredumbre; muertes donde la vida, gangrenada, se le escapa a pedazos al fenecido, ocasiones donde la desazón se encuentra encerrada

Locked— tras las paredes de una cierta ética de la mortalidad; muerte circunscrita entre personajes que construyen la ficción del otro mientras respiran cobijados tras íconos del Mercado y desesperanzas de nombre y apellido exilio. Hay, sencillamente, sueños de volver, o tal vez de escapar, desde hacia un curioso territorio ignorado —Mierdópolis—donde solamente la guitarra del Terror puede conjugar la lógica de Washington Heights con la nostalgia de Villa Duarte y la de un barrio boricua llamado La Perla. Son éstas algunas de las historias plasmadas en las páginas de Saturnario (Editora Nacional, 2011), Premio Letras de Ultramar, Ministerio de Cultura, República Dominicana, el más reciente libro de Rey Andújar (Santo Domingo, 1977). Catorce historias de sueños rotos en el boulevard de la vida.

No habla esta colección únicamente de islas ni representaciones diaspóricas de naciones fracturadas; dibuja también identidades sexuales heridas y en construcción, pasiones y nostalgias de carne y hueso trazadas por un escritor a todas luces atormentado; atestiguamos en las páginas de Saturnario el incesante imaginario del joven autor que ha reinventado el estilo de la cuentistíca antillana contemporánea amenazando el docto lenguaje y la forma tradicional con la certeza del idioma diario. El de las palabras-metáforas de un diyei que sufre de tembleques cuando una chamaca, una jeva, y no un sanquipanqui que se está tragando un cable, le invita a bailar, a manosearse o a darse lengua en un colmadón lleno de panas que sólo buscan janguear en paz. Y sin enfogonarse, furnitura olvidada, tiene la cachaza de entrarle a coñazos al sujeto e irse a la singadera en una cocina oscura, y luego hablamos.

Este libro, brevario del emigrado que nunca se fue ni que tampoco regresa, adolece del adorno, del vestido de la hipocresía de la palabra rebuscada; es, por el contrario, una fresca sacudida al lector quien no cesa de sorprenderse ante la contundencia del ser anónimo boricua en el Bronx o dominicanyork del alto Manhattan; ambas, formas sucedáneas de la nacionalidad caribeña que se forja más allá del Atlántico. Del existir tras los confines equidistantes del triángulo que define un tráfico de vías rotas: la nación dejada atrás que ha expulsado a sus hijos, y la nueva tierra que arropa el ser del emigrado.

Entre la autobiografía y la ficción, Andújar sacude y redefine la calle, el getto y el habitat existencial de hombres y mujeres expatriados, que no apátridos; y como tal, se hace necesario comprender estos textos desde dentro y desde fuera de sus realidades físicas. Debe retomarse el discurso de sus ideas despojándonos del rigor crítico encasillado y de la mirada “académica” a fin de permitirnos que ellos nos “azoten como un viento alisio desatado en plena tormenta”. Es decir, hay que dejarse alucinar por ese presente que dos islas comparten entre aviones, yolas y otras desavenencias. Es por ello que hemos conversado con Rey Andújar sobre su Saturnario.

¿Cómo motiva tu experiencia de multiemigrado a «Saturnario»?

—Motiva el libro en su totalidad y se extiende a todo lo que hago. Es mi realidad, la de mi familia y amigos. Aunque la escritura y las ideas son deliberadas, hay un momento (in)consciente durante el ejercicio literario, digamos la parte metafísica, que retrotrae la experiencia, se atan cabos y resaltan coincidencias, cosas muy interesantes relacionadas con lo vivido. Pero al fin del día, es literatura, y en cuanto a esto, trato de separar lo emotivo.

Viajo muy poco por placer, quizás esa manera de desplazarme tiene mucho que ver con el ojo que mira, la mente que recoge y el corazón que guarda y procesa.

En el canon de la cuentística caribeña, ¿dónde caben estos cuentos?

—No soy la persona indicada para responder esto. Es de mi conocimiento que poquísima gente, por no decir nadie, me lee en Cuba. A Puerto Rico la edición existente no ha llegado, no llegará. En Santo Domingo, pues lo leerá un grupo muy reducido, ya que las ediciones de Ferilibro-Editoria Nacional, aunque muy cuidadas y de gran calidad, adolecen de una distribución limitada. Esto obviamente dificulta el ejercicio crítico, que es donde se asignan los lugares en el canon.

Mientras en «Amoricidio» el amor es asesinado, en este libro él mismo se muere… ¿Son acaso éstas, historias de desamor?

—Agradezco esta inteligente lectura y claro que puede ser aplicada al texto. La mía es una literatura de amor y pretendo la bondad; pero el amor también es egoísta e irracional. Algunos se dan cuenta, otros se hacen los ciegos. El amor no cambia. Cambia la intensidad del sentimiento y quizás el objeto, pero el amor como tal, para nada.

¿Estarías de acuerdo con que la sexualidad es un fuerte protagonista de estos cuentos? Es decir, la sexualidad incompleta, la tronchada, y la alteridad.

—Sí. Muy buena observación hizo Máximo Vega cuando habló de cómo en este libro el lenguaje cambiaba con relación a los anteriores. Sí, quise hablar de la sexualidad y de cómo se traduce ese tráfico y ese exceso de calcio en el hueso de los caribeños. La diversidad de ese Caribe se extiende también a las maneras de bregar con el cuerpo sexual, pero a mí, como artista, lo que me interesa es el lenguaje. No me propuse hablar del tema en específico sino del concepto, y lo hice tomando riesgos a partir de lo hablado; es la primera vez que uso spanglish sin rodeos, algo que evité bastante en mis primeros trabajos.

Ahora bien, aunque como artista no estoy aislado y pertenezco a una sociedad, mi intención, en lo más mínimo, es concientizar o enviar un mensaje ni simpatizar con éste o aquél grupo. Lo mío es escribir, me preocupa escandalizar el lenguaje, trocar, transtornar el sentido de las palabras. La trascendencia que esto pueda tener —que considerando la pregunta con relación al canon, es mínima—, se aleja de mí durante el proceso creativo y desaparece en su totalidad luego de que el libro está publicado. Hay un mantra al que acudo para olvidarme de lo impreso y que me ayuda a continuar, “It’s on paper, so game over.”

Lo vernáculo, ese lenguaje tan local que invade a «Saturnario» danza de forma rítmica a la par de la palabra “elegante”; ¿cómo lo logras?

—No es algo que me proponga y que regularmente noto en las relecturas finales. Entiendo que el género reclama este tipo de lenguaje, ya que escribir cuentos es (re)hacerse de manera constante. Si la novela, por ejemplo, es una gran estructura-resultado de los fracasos anteriores, el cuento, en una escala contenida, propone una revisión constante. Se escribe desde el otro cuento, ya sea fluyendo o contradictoriamente; se escribe en el ahora, considerando lo próximo. Qué mejor lenguaje que el propio, el antropológico, el (in)consciente, para contar estas historias.

¿Dónde se posiciona «Saturnario» respecto a tus textos anteriores?

—Desde El factor carne decidí que las colecciones de cuentos saldrían como fueron concebidas, fluidez o accidente. Mucha gente me comenta que prefieren ciertos cuentos a otros. Se sorprenden cuando les secundo la moción. Escribo las colecciones como si fuesen sesiones de performances (eso lo aprendí de Pastor de Moya). Quizá un cuento esté más balanceado que otro, pero por lo explicado más arriba, te podrás dar cuenta del sentido de consecuencia que pretendo en estos trabajos. No dudo que lo elegante radique en la artesanía. Decía Hijikata que Life catches up with form. | JOCHY HERRERA, autor de Extrasístoles (y otros accidentes); miembro de la Mesa Directiva de la revista contratiempo.

Sunday, June 26, 2011

AFFAMATI

REY ANDÚJAR | «The Art of Hunger» (de)muestra a Paul Auster como un hombre de variadísimas y extrañas pasiones que resumen una brillante trayectoria literaria e invitan a cerrar el círculo de soledad que se expande en lo literario.

Publicado en el sitio de Mediaisla - Puente de palabras vivas

La escritura de Paul Auster se sostiene en la belleza de lo genuino. Su narrativa se acerca a diferentes tópicos con el asombro y la humildad de quien utiliza el conocimiento para realizar aleaciones entre temas y autores. Mediante un lenguaje llano, precavido en cuanto a los adjetivos, sus historias plantean que la metáfora es ominosa para quien lee, mientras que los personajes transitan por estos espacios resignados a lo precario. Los cuestionamientos que ocupan a este escritor rebasan la ficción y podría decirse también que lo literario, si se toma en cuenta que la obra de Auster abarca el ensayo, prefacios, entrevistas, el relato autobiográfico y comentarios sobre arte.

The Art of Hunger (Penguin. Belles Lettres, 1992) es un muestrario de los variadísimos intereses que pueblan su imaginario. El texto que da título a la colección es un ensayo sobre la primera novela de Knut Hamsun, Hunger. Auster compara el personaje principal de esta novela con el Raskolnikov de Dostoevsky y lo describe como “un monstruo de arrogancia intelectual.” Un hombre que sufre por propia elección y sienta las bases de su arte en la carencia. El hambre como elección propia es el conflicto. La negación que supone la escritura (véase la poesía meditativa del Siglo XVII) se transfigura en el ayuno. La dolencia es el paso definitivo hacia la oscuridad y la locura; es la vía única para alcanzar el espacio del no lenguaje-no significado. Este no es el recuento de un artista incomprendido ya que su objetivo tiene poco que ver con una audiencia en particular. Es un acto de interiorización en donde la relación con el exterior se da por default y tiene muy poca injerencia en la acción artística. La escritura es arriesgar el todo por la nada.

En otro ensayo titulado “The Decisive Moment”, Auster destaca la sensatez en el lenguaje poético de Charles Reznikoff. “Penetrar a su espacio poético es adentrarse a la prehistoria de lo material, es exponerse a un mundo en donde el lenguaje no ha sido aun inventado. El mirar antes de la palabra.” Estos apuntes me hicieron recordar el espacio que dedica el puertorriqueño Matos Paoli a la contemplación. Reznikoff destaca que el objeto contemplado descubre sus riquezas ante el poeta, quien mediante la escritura compone el temario de la inteligencia, la creatividad y la belleza, “Para reconocer un árbol como tal es necesario acordar con la naturaleza, considerarla como un escenario total, desde el instante primario del reino vegetal hasta el elemento individual, o sea, la idea de ese árbol.” Para decodificar esta tesis Auster propone estudiar a Reznikoff desde una línea progresiva que va desde el simbolismo (el signo primigenio) hacia lo imaginativo (la idea) hasta el objetivismo (el artefacto).

El estudio por el objeto implica la desaparición del ego, esto es, el poeta como ente, y sin embargo, cada cosa contemplada establece un puente entre lo visto y quien lo (des)cubre. Auster concluye admitiendo el interés de Reznikoff por mantenerse invisible, lo compara con Chekhov o el Joyce de los primeros textos. Un poeta de la soledad que recurre a la apertura de la espiritualidad para cerrarse al mundo.

Los temas que interesan a Paul Auster circulan alrededor de la escritura como un acto desesperado pero no súbito. El ejercicio intelectual es la consecuencia irreductible de un pacto secreto que se contrae con un amo desconocido al cual se le obedece con una fe ciega aunque problemática. Todo lo que conforma el universo literario debe ser asediado, el lenguaje, las lecturas, las maneras de escribir. Auster, con admiración e intriga, dedica un breve estudio a la primera publicación de Samuel Beckett en francés, la novela Mercier & Camier. Las energías de esta nota se concentran en el carácter transitivo de esta novela y sus efectos con relación al tiempo y la temporalidad. Los personajes, Mercier y Camier, emprenden un viaje hacia ningún lugar. Es inevitable asociar este tema con la naturaleza propia de la escritura, tanto en Auster como en los escritores reseñados.


Escribir es también exiliarse. Así se acerca el escritor a la obra de Paul Celan, “un judío, nacido en Rumania, que escribió en alemán y vivió en Francia.” Para Auster Celan es el paradigma de dolor literario, un poeta exiliado de su propio lenguaje poético. Y cabe preguntarse, ¿quién más exiliado que Kafka? Además de las referencias constantes, The Art dedica dos secciones a Kafka. En una de ellas se comentan las cartas de este escritor y se destaca su deseada invisibilidad. Sabato, en El escritor y sus fantasmas, utiliza a Kafka como un ejemplo de una literatura “grande y minoritaria”, y es que como Borges, la popularidad de Kafka lo ha convertido en un escritor referencial. Es una obra vasta que da la falsa impresión de ser estudiada constantemente. A esto se refiere Auster cuando comienza el ensayo diciendo, “Poco a poco comenzamos a conocer a Kafka, quizás el más privado e inaccesible de los escritores modernos.”

Este desconocimiento sobre ciertos escritores “conocidos” justifica las entrevistas a Edmond Jabés, famoso en Estados Unidos por The Book of Questions. En uno de los momentos más destacables de este intercambio, Jabés confiesa que su interés por preguntar tiene poco que ver con el nihilismo; inquirir es la certeza de nuestra imperfección, lo que deriva en el llamado a ser más humildes. La palabra que contesta es una forma de cierre, mientras que la pregunta siempre queda abierta y da pie a múltiples reinterpretaciones.

En el apartado de los prefacios, Paul Auster dedica dos escritos a la plástica de David Reed y Jean-Paul Riopelle. Es interesante cómo el estudio de estas pinturas se basa en la corporeidad como lo contrapuesto. En Reed es la mano y en Riopelle el sensorio. Ambos pintores son testigos del acto solitario de ver; el acto de la visión es el reflejo del mundo. La plástica se nutre de esa consciencia de lo otro, que es a su vez la deformación del mundo; el resultado es la obra de arte.


Uno de los textos más conmovedores es el de apertura al libro On the High Wire. Philippe Petit es un artista que se balancea entre torres y edificios mediante un cable. Lo que despierta el interés en Auster es la integridad en el trabajo de Petit; el gesto feroz de la inteligencia. En esta nota el autor relata cómo conoció al artista en París y asistió a un performance callejero gracias a una coincidencia y cómo por otra casualidad dio con el acróbata en Estados Unidos.

En este viaje a “la tierra de las oportunidades”, Petit sorprende por su desapego a las fórmulas de éxito instantáneo que prometen los medios. Pareciera que el artista realiza su trabajo tanto para el arte en sí mismo como para su superación propia. La definición propia del círculo de soledad, tópico al que Auster regresa tanto en sus reflexiones teóricas como en su obra de ficción.

Hacia el final del libro aparecen una serie de entrevistas concedidas por el propio Auster que confirman la estructura desde la cual puede estudiarse su acercamiento a la literatura y el lenguaje: la dedicación a un arte a la vez despiadado y emocionante; la partícula metafísica del acto de escribir; el poder de la humildad y la coincidencia, variable ésta que ocupa la parte final del libro, titulada “The Red Notebook.” En donde Auster dedica cierta cantidad de páginas a elaborar sobre el poder de las coincidencias.

The Art of Hunger (de)muestra a Paul Auster como un hombre de variadísimas y extrañas pasiones que resumen una brillante trayectoria literaria e invitan a cerrar el círculo de soledad que se expande en lo literario.

Tuesday, May 17, 2011

Terebelia




Por Rey Andújar

Publicado en la sección En rojo, de Claridad

Lunes, 16 de mayo de 2011

Teresa tiene catorce años cuando sonríe. Afuera, el sol plano sobre el Mediterráneo. Si la luz se esconde, la juventud se escapa con resabio dejando una vejez instalada. Quiero comerle la vida del cuerpo; ambos lo sabemos pero retrasamos el entrecruce. En el agua brillan sus ojos serios. Es el sol, regresando.

La última auditoría me llevó al norte de Italia en donde detrás de las copas de Sangiovese ella es mía, mía nunca jamás, con posibilidad otoñal de fondo. No puedo comer linguine ni espaguetti ni nada... se me escapan los fideos del tenedor. Me enamoro de ella en intervalos de cinco segundos mientras bebe, mueve las manos nerviosas que quieren fumar o cosechar jardines, para nada acariciarme; tan lejana. Hago todas las preguntas necesarias utilizando aquellas palabras, las rebuscadas para este evento. Quedo mutis y embelesado frente a la inmensa espalda que se desintegra por los escenarios, la cóncava piedad de sus piernas abarcando, dibujando jam sessions on my heart. Un contable y una bailarina o la historia que no puedo inventarme; tan cerca de la anécdota que duele. La noche esperada es asquerosamente perfecta para componer siete boleros y cuatro bachatas en su nombre pero los contables no escriben y ella no quiere escuchar de las dificultades que implica traducir hojas de balances del inglés al italiano. Dice que quiere montar una obra de Mishima para celebrar el verano. Se desenreda de mí y con un pellizco me pregunta por Puerto Rico con la dejadez de quien averigua por la suerte de un primo tercero. Al carajo los soretes que proclaman la autoconducta porque ella huele a domingo por la mañana, a caminar agarradito de Tere, los dedos que hunden la piel, la masa del pan sin sacramentar.

El vacío profundo que quema en la memoria y no me permite recuperarme del jetlag vino después del limoncello y una lírica de Paolo Conte como para caminarla definitiva en otro abrazo sin horas de oficina, en una ciudad que grita su nombre de agarre monstruoso, que rescata a los oficinistas desdichados de las pesadillas de alcohol y sustancias dudosas. Madrugada y más vino y la estaca violenta y final: los cuerpos de la nostalgia se miden en peso, rapidez y violencia; nombran el mar que se repite en los ojos de Tere; la proximidad de una caricia veneno que encuentra a los hombres en las correas aduanales sin socorro. Tere respira hondo, sonriente, enamorada de mentira y casi convencida de que esta cabeza encontrará un hombro en Business Class... Tere juega todas las cartas a morir y matar, cuando contable confieso, Todo con vos es saldar o ceder.

Sunday, May 15, 2011

EL MAPA LATINOAMERICANO DE NUESTRO FUTURO



La mayoría de los países de América Latina han atravesado, en tiempos relativamente cercanos, periodos de violencia extrema. Y todavía hoy muchos de ellos siguen viviendo espirales de inseguridad y crueldad social en el que parecen definitiva y lamentablemente inmersos. Momentos que no se acaban y que parecen inevitables.

Inivtamos a 50 autores de 18 países para que nos cuenten de qué modo los periodos de violencia extrema en sus países ha afectado su intimidad, su entorno o su sociedad. Sus experiencias son importantes y pueden ayudarnos. Y en muchas ocasiones: su pasado es nuestro futuro. Todavía impredecible hoy en esta América Latina que es un conglomerado que comparte problemas sociales pero, también, tal vez, posibles soluciones conjuntas.

Nos lo advirtió hace años el periodista mexicano Jesús Blancornelas (San Luís Potosí 1936 - Tijuana, 2006), editor de Zeta Tijuana: No hay solución ni la habrá. Esto mientras existan países en América del sur produciendo, México traficando y Estados Unidos consumiendo. Es un problema continental. No puede particularizarse en causas ni efectos

PROYECTO CURADO POR: Lolita Bosch


AUTORES INVITADOS:

La frontera

Santiago Vaquera Vásquez: ¿Ves la línea?

Sergio Troncoso: ¿Cómo ha afectado la violencia en Juárez a la cultura fronteriza?


México

Alfonso Orejel: Los Mochis: la ciudad extraviada

Alma Guillermoprieto: El fracaso de una guerra brutal

Fernanda Melchor: Insomnio

Enrique Díaz Álvarez: Contra la idiotez

Guatemala

Eduardo Halfón: Postales desde una tierra violenta

Rodrigo Rey Rosa: Recomendaciones

Honduras

Samuel Villeda Arita: La violencia en Honduras, aspectos psicológicos.

Ernesto Bondy Reyes: Violencia que no has de beber dejala correr.

El Salvador

Óscar Martínez: Si del cielo caen fusiles… (y otras anécdotas)

Vanessa Núñez: ¿Quién le teme al miedo?

Nicaragua

Rodrigo Peñalba: “Los Malos” vs. 1984.

Costa Rica

Anacristina Rossi: De Limón Reggae, varios fragmentos sobre la violencia en El Salvador

Rodrigo Soto: Violencia, arrepentimiento y perdón

Panamá

Carlos Oriel Wynter Melo: Una vez creí soñar con aviones invisibles

David C. Róbinson: Una sola sombra

Cuba

Antonio José Ponte: La violencia en la que vivimos y la violencia que vendrá

Puerto Rico

Marta Aponte Alsina: Violencia

Carlos Vázquez Cruz: La gran familia puertorriqueña (FALTAN DERECHOS)

Elidio Latorre Lagares: El imperio de la nada

República Dominicana

Ariadna Vásquez: Dormir en paz

Jochy Herrera: Memoria y feminicidios

Rey Andújar: Latitudes: una isla partida por el odio

Frank Báez: Perdona que no haya logrado escribir un texto

Colombia

Jineth Bedoya: Aprendiendo de lo malo

Tomás González: Nostalgia por el mar ya visto

Yesid Arteta: Juntar los jirones para tejer la memoria

Ricardo Silva Romero: A uno lo pueden matar

Evelio Rosero: Fragmento de Los ejércitos (FALTA)

Venezuela

Alberto Barrera Tyszka: Y salimos a matar gente

Slavko Zupcic: Funeraria girasoles: autobiografía de la carroza

Israel Centeno: Es ingobernable para nosotros

Ecuador

Eduardo Varas C.: Lo violento serán las ideas

Solange Rodríguez Pappe: GuayaKILL CITY

Perú

Mario Bellatin: No he podido hacer el texto

Gabriel Arriarán: La Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú: la historia de un éxito técnico y de un fracaso ético y político

Toño Angulo Daneri: Gracias por el miedo

Ernesto Escobar Ulloa: 1986

Bolivia

Edmundo Paz Soldán: Bolivia, 1978-1982

Giovanna Rivero: Una cuestión personal

Paraguay

José Pérez Reyes: Vio.Leen.Cia

Chile

Diamela Eltit: La impueljarnidad de la riqueza

Carlos Labbé: El órgano tirado en calle Fuenteovejuna

Lina Meruane: El campo minado de la memoria

Uruguay

Inés Bortagaray: He aquí un dios más fuerte que yo

Argentina

Felix Bruzzone: Ratas en el techo

Sandra Lorenzano: Poética de ruinas

Samantha Schweblin: Matar un pero

Matías Néspolo: Una cuestión de perspectiva

Pablo Ramos: La chica del pelo verde


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Wednesday, May 4, 2011

Antígona Pérez visita Chicago

Publicado en Claridad, sección en Rojo

Por: Jochy Herrera





lunes, 2 de mayo de 2011

Antígona es uno de los mitos griegos de mayor representación en la dramaturgia universal. Desde el Sófocles de 442 a. C., la ópera de Tomasso Traetta de 1772, la Antígona de Bertolt Brecht, la de José María Perman, la Antígona Vélez, la Antígona Furiosa, y la puertoriqueña de Luis Rafael Sánchez, todas, a juicio de George Steiner, ilustran los antagonismos y dicotomías inherentes a lo humano: la sexualidad, la individualidad, la senectud, la mortalidad y el misticismo. Así, tal como anota el venezolano Ángel Vilanova, Antígona resurge cada vez que la historia se ensombrece con el horror de la guerra, la injusticia, y los espectáculos de crueldad y dolor que parecen ser sempiternos infortunios del ethos latinoamericano.

La Pasión según Antígona Pérez es la caribeñización del honor fúnebre helénico, pero sobre todo, es la puesta en escena de la dignidad de la América mestiza, “la América dura, amarga, tomada... la de las generaciones dolorosamente estranguladas...”. He aquí la interminable presencia y atemporalidad del trabajo del legendario dramaturgo boricua –el escritor nacional– Luis Rafael Sánchez, cuya obra no sólo se reestrenó en el marco del 30 aniversario del Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré en San Juan Puerto Rico, sino que acaba de aparecer simultáneamente en escenarios tan distantes como Asunción y Chicago.

Tras dos décadas de meritorio trabajo, el Teatro Aguijón trae a escena esta peculiar Antígona, que si bien se exhibe en esta otra ciudad puertoriqueña, es una versión global, latinoamericana en sí misma: Está dirigida y diseñada por las colombianas Marcela Muñoz y Rosario Vargas; el diseño de luces y sonido está a cargo del griego-chileno Augusto Yanocopulos; actúan Rey Andújar (República Dominicana); Jessica Kaddish (Estados Unidos); Raúl Moreno (México) y Elio Leturia (Perú).

Partiendo de la premisa de la presencia boricua en esta ciudad le pregunto a Rosario Vargas cómo cree ella que luce esta versión respecto a la de la Isla: “La obra refleja las necesidades intrínsecas de una sociedad en donde la inarmonía constituye una metáfora de su condición de vida”, responde la reconocida artista. “Inarmonía que deforma las relaciones de los individuos. Pero nuestro montaje, al igual que la obra de Luis Rafael, intenta llegar más allá de una nacionalidad específica y explora la disidencia, la protesta en un plano universal. Cuando Antígona Pérez exhorta al público a no quedarse callado, satisfecho, indiferente, es un llamado universal al desmonte, al cuestionamiento de todas las tiranías de cualquier ideología”.

En la escenografía pensada por Sánchez para esta pieza se “rehúye de todo lo que ponga una nota ornamental”, y esto se hace presente en el acogedor local del Aguijón donde anuncios y carteles, símbolos de la cuasi omnipotente presencia del poder, son los artefactos escénicos que hablan al espectador de “periódicos enfermos de fiebre amarilla” que en pleno 2011, inventan nuevas mentiras: guerras que apestan a petróleo, fronteras de muros de concreto, y cantos de victoria de presidentes en países desangrados entre la narcoviolencia.

Debe recordarse que la íntima esencia de la Antígona de Luis Rafael Sánchez es la rebeldía que solamente la injusticia logra provocar; el rechazo al dolor y al abuso que sólo el poder genera; el engrandecimiento de los principios que sostienen la fortaleza de los pequeños; La Pasión Según Antígona Pérez es, en resumen, el grito que alerta “contra la violación del espíritu”. Ante tal presencia artística sería lógico esperar un cierto celo profesional por parte del creador, sin embargo, a juzgar por sus recientes declaraciones a la prensa borinqueña, “él disfrutará ver la entrega de los actores, la libertad de esas obras que ‘son más de ellos’, del director que más; porque son ellos quienes dan la cara”. Y esto lo confirma Rosario Vargas desde Chicago: “Luis Rafael ha sido muy generoso y amable, cuando lo llamé y le dije que estábamos interesados en montar su obra y solicitábamos su autorización se alegró mucho; me dijo que teníamos luz verde para hacer los ajustes necesarios”.

Colofón en mano debo reconocer a la veterana actriz Marcela Muñoz, Antígona de Chicago que hace justicia con su espléndida corporalidad a la “resonancia de mito eterno” que, parafraseando a María Margarita Doncel, representa Hispanoamérica en la mujer de rasgos heridos por el sol colombiano y una tez hibernada por la nieve. Una Antígona que es esa Marcela local, y la Marcela que en esta obra es cada una de las heroínas imaginadas por Sófocles.
No muere aún, Antígona.


El autor es escritor dominicano radicado en Chicago. Autor de Extrasístoles (y otros accidentes); miembro de la Mesa Directiva de la revista contratiempo.

Tuesday, April 26, 2011


HISTORIAS SOBRE LA FUGA, EL RECUERDO Y LA VIOLENCIA, LA AVALANCHA DE YOLANDA ARROYO PIZARRO

José H. Cáez Romero

Para un lector no existe nada más emocionante que abrir un libro y encontrar mundos, tramas, escenas bien elaboradas, humanidad. La escritora puertorriqueña Yolanda Arroyo Pizarro logra precisamente esto con “Avalancha”, su nueva colección de cuentos: un alud de historias, emociones y vivencias que para nada se alejan de la realidad en la que vivimos. Se nos regalan desde el aspecto asombroso de las imágenes, el increíble ritmo que siempre ha destacado a la autora, y también, la magia poética que no deja de sorprendernos en algunos de los textos.

El título del libro sugiere desplazamiento. Un movimiento ágil y veloz capaz de hacerse admirar por la belleza a distancia y, a la vez, temer por la inminente destrucción que amenaza con el golpe. Los ocho cuentos que componen esta antología, presentan diversos argumentos que se conjugan, de forma satisfactoria, en la investigación y en la profundización de la psiquis humana. Cada personaje se nos revela, de alguna forma, desde sus más íntimos deseos hasta sus obsesiones.

Son varios los temas que Arroyo Pizarro trabaja en esta compilación. Reina sobre todos la violencia. Los cuentos se desarrollan en un entorno violento, o son el resultado de un estado de violencia anterior. El cuento que da nombre al libro, se enmarca durante el desplome de las Torres Gemelas. Uno de sus personajes es encerrado en un asilo para pacientes mentales por haber apuñalado a su pareja. En “Montar las olas”, la violencia y los excesos; la necesidad imperiosa de la sangre y de herir por herir en respuesta a las desgracias del crecimiento y a la ausencia del afecto, se sirven de una hiperrealidad al estilo de los cuentos de Rubem Fonseca. De la misma forma la autora experimenta con el estilo y el sarcasmo, creando de esta manera una especie de texto virtual.

Arroyo Pizarro explora también los temas de la fuga y el recuerdo. En “No pensarte”, la narración a modo de epístola toma vuelo poético y nos muestra cómo su personaje principal escapa de su realidad a través de los recuerdos obsesivos de un amor que no terminó de la forma esperada. Igualmente en “Borealis”, una niña hace uso de las enseñanzas de su abuela para escapar a su rapto con un estallido de colores que brinda a los lectores la noción de que ante las vicisitudes, la esperanza y la inocencia todavía existen.

Por último, nos ofrece una dosis de erotismo fetichista con cuentos como “Estallido de besos rojos” y “Asian jelly”. En el primero, el deseo por la sangre y el placer nos deja ver a uno de sus personajes como un vampiro moderno. En el otro, dos mujeres se enfrentan a su mundo de deleites y sabores, amándose hasta la viscosidad y lo más profundo del cuerpo.

Es ya probada la suerte de esta escritora en el mundo de las letras. Su inagotable talento, lo veloz y ameno de sus narraciones; la inmersión en lo no simple, así como su fina mirada hacia los detalles tatúan en nuestras pieles las sensaciones de sus personajes. Sentimos que somos ellos, que hemos corrido la misma fortuna. Todo esto convierte a Yolanda Arroyo Pizarro en una avalancha de infinidades que demuestra su profundo conocimiento sobre la compleja existencia humana.

José H. Cáez-Romero. Santurce, Puerto Rico 1987. Cursó un bachillerato en la Universidad de Puerto Rico. Ha tomado talleres literarios con escritores de renombre internacional como Pedro Mairal (Argentina), Santiago Gamboa (Colombia), Fernando Iwasaki (Perú), Mayra Santos-Febres (Puerto Rico) y Edmundo Paz Soldán (Bolivia), entre otros. Ha participado en varias lecturas alrededor de la isla. Su primer poemario se publicará en breve. Ha sido Premio de Poesía 2011 del Latin Heritage Foundation.

Tuesday, January 25, 2011

Dis is de way it is


Dominican in Berlusconi sex scandal
A Dominican woman, 25-year old Maria Esther Garcia Polanco involved in the sex scandal surrounding Italian Prime Minister Silvio Berlusconi told La Repubblica newspaper on Saturday that she did have sex with the 74-year old Prime Minister and did so just to thank him for paying her five-year old daughter's medical bills. She denies doing this for money. She says he also helped her find work as a television showgirl on a program called "The Hot Chick and the Dork". She says she thanked him with sex.

Maria Esther Garcia Polanco is one of 14 women, the so-called "bunga bunga girls", who were reportedly kept in rent-free accommodation by Berlusconi in an apartment complex, Villa San Martino, on the outskirts of Milan in exchange for striptease and sex services.

Foto: Natale en Milano

Saturday, January 22, 2011

vida gitana

las máscaras de stanislaw jaroszek

Por Rey Andújar

Death upsets everything.

Philip Roth

A nadie en su sano juicio se le ocurriría preguntarle a un inmigrante qué cosas (casi siempre son tres) se llevaría a una isla desierta, o peor aún, cuáles pertenencias tendrían prioridad al momento del naufragio. El oficio del que viaja poco por placer es azaroso. Para cruzar la frontera hay que ir ligero; lo mismo que para atravesar los canales infestados de tiburones o dispararse de las precariedades ocasionadas por la posguerra. No hay mucho que traer porque el país que se deja está vacío de cosas o las que hay no interesan; además, lo que espera del otro lado, allá, es la idea del progreso. Maldito progreso que desde el momento en que se plantea implica un compromiso malevo.

Por poco que se traiga, el que viene arrastra sus cánticos y sazones; historias inacabadas, códigos y cánones. Y aunque en apariencia parezca trivial, el viajero trae un elemento de peso: su lenguaje. Por esta razón, todo lo que escriba Stanislaw Jaroszek en español tendrá siempre un dejo de extrañeza, y en mi caso, de fascinación. Ya en el prólogo de Jaleos y denuncias, el estudioso Paul Schroeder expone una teoría sobre el asunto y la completa con unas comparaciones más que razonables. Me atrevería a añadir que es pertinente recordar al escritor como fingidor; un ser que constantemente se hará de máscaras para componer un relato. Robará si es preciso. He aquí el factor de riesgo que hace de este libro una pieza rara y deslumbrante.

Si por jaleo puede leerse “extension”, por denuncia podría interpretarse “poner de manifiesto”. En todo el sentido esta colección representa lo propio. Estas historias, elaboradas desde una persona narrativa matizada en la candidez, describen seres incompletos aferrados a la vida aunque se regodeen en el muere. Estos personajes terriblemente cotidianos destacan por sus chispazos de energía; un tímido fervor religioso y la predisposición al trayecto y la espera.

A esto debe agregarse el tema axial que plantea la pugna constante entre la muerte y lo sensual. Esta propuesta de (contra)reflejo entre lo sicalíptico y lo fúnebre no es casual. Georges Bataille, en Las lágrimas de Eros, establece que así como existe una dialéctica entre el mito y lo real, entre el juego y el trabajo, el amor y la muerte componen un estadio místico que va más allá de la creación, influyendo y determinando áreas de la filosofía y el sicoanálisis.

Cuando Jaroszek, en “Amanda, la cariñosa”, uno de los mejores cuentos de la serie, apunta “Es que los muertos nos aman mucho”, no miente y lo que es más terrible, es que no lo hace de manera inocente. El autor narra las aventuras del viajante con una voluptuosa mujer y va dejando, a manera de caminito de migajas, pistas que toman total sentido hacia el final, cuando personaje y lector se enteran de que el hombre ha estado jangueando con el fantasma de una de las novias que dejó antes de marcharse a los Estados Unidos. Sin duda, hay en lo fúnebre un estremecimiento parecido al que se experimenta ante el placer erótico. La poesía habla de un amor que desordena la cotidianidad del universo; de la misma manera la muerte [la despedida] trastorna la falsa serenidad de la gente y las cosas.

La mayoría de estos relatos están muy bien logrados; parten de la acción misma y no dan tregua. Sus frases cortas, claras y bien articuladas permiten una narración fluida, sin prisa ni pausa. De los mismos sobresalen “El hermano”, en donde aparece el personaje de Bogdan, a quien por interesante extrañé en el resto de las historias; “Cosa de hombres”, cuento que juega muy bien con la figura del macho y la venganza; “El dueño”, que viene a ser un verdadero melting pot en donde a vuelo de pájaro se revisan las extrañezas de un variopinto grupo de inmigrantes y “El encuentro”, quizás uno de los momentos de ternura en la colección.

Jaleos y denuncias es un libro que sale airoso en el escabroso tramo del cuento breve. Sus historias apelan a la vida gitana, a puertas que han quedado abiertas al otro lado del océano y ventanas que nunca podrán cerrarse. El viajero se traslada con su lengua a cuestas, ahorrando sonrisas, escondiendo lágrimas; con cada dólar como una tregua, con cada abrazo como un adiós.

Jaroszek, Stanislaw. Jaleos y denuncias. Chicago: Ediciones Vocesueltas, 2010.

Tuesday, January 18, 2011

Alma repaso. Anotaciones alrededor de «Extrasístoles», de Jochy Herrera


primero debéis abrir el corazón | al encuentro de la vida stanislavski

Extrasístoles es la reafirmación del vox populi “recordar es pasar por el corazón de nuevo.” El escritor, fascinado ante el órgano extraordinario que nos habita, compone una fenomenología del motor del cuerpo y de las cosas; el corazón como fuerza y trastorno del lenguaje. Si cada libro es un viaje el trayecto en éste comienza con la búsqueda de un ritmo interno en donde el bombeo sanguíneo y las pulsiones plantean el movimiento hacia el cuerpo agotando sus significaciones. El principio es el sensorio. El apartado que da inicio, denominado “Seducir los sentidos” trata de la universalidad del concepto corazón, deteniéndose en curiosidades del origen del vocablo, “Al parecer, hrid en sánscrito designaba al corazón; y su variante griega krid, posteriormente kirdía, evolucionó a la acepción latina cor.” Herrera se vale de ciertas extrañezas de carácter etimológico, estableciendo con certeza las infinitas posibilidades del lenguaje; destacando cómo una palabra tan cara al ser humano es, estudiada sin distracción, objeto y lugar de múltiples extra-convenciones. El corazón es el escándalo de la ambivalencia entre lo insólito y lo común.

El autor resalta de manera acertada las distintas concepciones del término para determinadas culturas. En Oriente, la fuerza se encuentra en la parte media del cuerpo, desde la cabeza del torso hasta el límite del sexo, lo que, según Herrera, propone al corazón como un punto mágico que reúne vida, tiempo y muerte. Para los chinos el corazón es “evidente referencia al ciclo de las estaciones.” A partir de esto decir que el corazón es una caja de tiempo y que los latidos son la marca de la vida; que cada latido es un paso más hacia nuestra muerte, no sería una metáfora. A este punto las intenciones del escritor quedan ya declaradas; Herrera se explaya en las formas del corazón y en las distintas maneras en que el arte ha pretendido imaginar el músculo, alrededor de todas las formas que adquiere a partir de la importancia de sus funciones dentro y fuera del cuerpo. La alusión que se hace a los sentidos en este apartado es la observación de esas formas imaginadas del mismo. Por ejemplo, “París y el estetoscopio”, más que una reflexión crítica-histórica del instrumento, es una visita al corazón desde el sentido auditivo. Un acercamiento para escuchar atentamente el pulso y paso de la vida.

El corazón determina cómo vemos y nuestras maneras de percibir los estímulos exteriores del mundo, el sabor de lo que nos rodea. Los textos en Extrasístoles (Vocesueltas, 2009) colocan al ejercicio cardíaco como responsable de las funciones del cuerpo y sus (extra)cotidianidades. Lo interesante es que la escritura de Herrera, aunque sustentada en hechos históricamente comprobados, se aleja sobremanera del manual o el tono meramente científico y sin esfuerzo procura cierta sensibilidad que por humilde en ocasiones raya en la belleza de la prosa poética que el autor pretende reprimir.

Quien escribe es un testigo de su tiempo. Hacia el final de esta primera parte del texto Herrera combina notas actuales que completan las complejidades recorridas en los escritos anteriores. El capítulo sobre la Viagra y el hombre embarazado hablan de los alcances del cuerpo y de cómo éste llega hasta donde la ciencia y la humanidad le expandan.

“Corazón espejo” trata sobre las maneras que tiene el cuerpo de comunicarse; de decir, aún mas allá de la muerte. En lo adelante el libro utilizará a manera de códice la descripción etimológica de los vocablos, lo que funciona como hilo conductor; es una manera de recordar al lector que aunque lo presente contiene la validez de lo investigativo, como libro su belleza reside en lo escritural. Inmediatamente después de definir Biopsia, “del griego bios, vida, y opsi, apariencia”, el autor opina,

“[…] las biopsias acarrean implicaciones que rebasan el campo estrictamente médico […] Es decir, cada biopsia tiene una significación particular capaz de provocar reacciones diferentes en el sujeto estudiado […] Quizás someterse a una biopsia le resucite memorias de rasgos freudianos reminiscentes en traumas ocultos.”

En estas reflexiones filosóficas el cuerpo es el espacio de diferencia. Lo que nos es más común, nuestra propia corporeidad, es un conjunto de contradicciones que a su vez son las responsables de que funcionemos maravillosamente. Herrera se dirige hacia una teoría del cuerpo como espacio temporal y descansa estos postulados en las distintas maneras de detenerse en los estudios sobre la muerte; los procedimientos de disección y patología constituyen una manera de conversar con lo humano más allá de la vida, de todas las cosas que pude decirnos los órganos ya inertes. Cuando repara en las nuevas posibilidades científicas desarrolladas para la transformación de nuestra materia corporal, el escritor demuestra cómo podemos expandirnos y cambiar a partir de la cosmetología y la cirugía estética; cómo podemos prolongarnos a partir de trasplantes, la donación de órganos; esto es, la traslación del cuerpo.

La tercera parte de Extrasístoles trata del corazón como centro y los distintos estudios acerca del mismo en condiciones extremas y disímiles como el corazón de los celos y el de los astronautas. En el ensayo “Herir el ventrículo izquierdo”, Herrera hace una brecha en la intimidad para comentar sobre sus primeras experiencias como médico con el órgano. Para quienes desconocemos los misterios y detalles de la maquinaria humana, la medicina es en más de una ocasión magia y milagro.

Hacia el final del libro, en “Corazonadas” cuarto apartado, se pone sobre la mesa la cuestión de Dios como creador, la religión y los avances científicos que han encontrado la prolongación de la vida. Sorprende en este libro cómo Herrera puede pasar de las posturas posmodernas sobre la tecnología cardíaca, explicando el desarrollo y la funcionalidad de los corazones artificiales, hacia las ofrendas mitológicas en las culturas mesoamericanas. Lo que los conquistadores denominaron como barbarie era para estos habitantes de la primera América un recurso habitual de comunicación celeste y parte integral de su ente cosmogónico.

“Soñar el alma, pensar la muerte…” es donde se habla de alma y delirio; remite al estado poético que propone el libro en sus inicios. Si el viaje comienza con una disertación acerca del corazón como palabra, hacia la forma estructural de las lenguas y las maneras de comunicar, las piezas finales son una suerte de reconciliación. Herrera regresa a los autores queridos y los asocia con la condición melancólica. El autor se refugia en la búsqueda de significados para lo triste concluyendo con una cartografía del corazón como fuente del sentimiento; como habitáculo de lágrimas y generador de querencias. Cuando el músculo funciona de esta manera se llama alma.

Extrasístoles es la invitación al viaje de regreso, tanto para el que conocía de antemano las anotaciones y erudiciones en el mismo, como para el que emprende el trayecto por vez primera. Ejercitando la humildad como virtud, Jochy Herrera sugiere recordar que la lectura es el viaje mejor; que escribir es también detenerse ante los aciertos.

Friday, January 14, 2011

La nueva edición de Contratiempo / Enero

revista contratiempo enero 2011

Este número de la revista tiene un dossier sobre literatura del Mariel. Interesantísimo.
Mira la revista online:

http://revistacontratiempo.com/revista/index.php

Salud!

Saturday, January 8, 2011

La obscena originalidad de la muerte en boricua, o PR es una sublime casa de espantos

Por Bruno Soreno, escritor boricua.

Igualito a una Slasher-Gore B Movie de los ochenta, el hombre-monstruo sale del baño de la casa a devastar. En la mano derecha, empuña un “dispositivo incendiario” (eufemístico y poco terrorífico nombre para un encendedor). En la izquierda, lleva un recipiente con “líquido acelerante” (eufemístico y poco terrorífico nombre para un galón lleno de kerosene, maravillas de la prensa boricua de querer disfrazar la atrocidad a fuerza de tecnicismos inútiles, entiéndase CSI, P.R). El monstruo-hombre se dispone a interrumpir groseramente la fiesta familiar que él mismo convocó. Era una fiesta de cumpleaños, apuesto que con bizcocho y todo. ¿Los invitados? Sus padres, su hermano con la ex de este último, sus sobrinos, la novia de uno de estos. ¿Modo de la descortesía? Rociar a la concurrencia, “carne de su carne” como se dice, con el “líquido acelerante” y activar el “dispositivo incendiario” a la salida de una manga conectada a un tanque de gas propano (¿arma de destrucción masiva? Echo de menos un eufemismo.) ¡Fum! En boricua: aquel cabrón le pegó fuego a to’el mundo allí. Hasta el perro, acaso. Hasta a su madre, literalmente. Imagino que el hombre-monstruo, en su gesto pirotécnico, logró prender las velitas del bizcocho. Sé que nadie pudo soplarlas, pero también sé que al monstruo-hombre se le cumplió un deseo.Aniquilar a gran parte de su parentela. También sé que el susodicho cumplirá años, muchísimos años o pocos, los que le queden de vida, tranquilo o en el terror, en una jaula. La mayoría de los presentes en esa cena macabra no cumplirán años nunca más. Pero las muertes no ocurrirán de golpe: igualito que una película de miedo cool de los dosmiles, la gente se va muriendo rigurosa y aritméticamente, uno por día todos los días, como por designio de una maldición (Final Destination anyone?) o como en una ópera orquestrada por un director satánico. Una película de horror y sus secuelas, una secuela diaria, una muerte (Flaming New Year 1, 2, 3, 4, 5….) . No hay que recalcar que las secuelas son una cualidad intrínseca del género. Wes Craven paliderecería.

Aunque lo parezca, el interés de esta nota no es de índole moral. A esta nota poco le importan los destinos (algunos sabidos, otros ignotos) de los personajes de esta historia. La quijada reposando en el pecho, los ojos grandes grandes que se escapan de sus órbitas, las cejas arqueadas hasta tocar el techo, la aspiración fuerte, súbita y sonora ante el hecho, el estupor. Todas estas manifestaciones corporales, signos materiales de un lenguaje involuntario que predata los lenguajes “naturales” siendo más natural por mucho que estos últimos (síntomas todos estos de la experiencia del asombro horrorífico, pero fácilmente provocadores de la carcajada, ridículos todos ellos sacados de contexto) son muestras de una moral del cuerpo que encuentra innecesaria su articulación en palabras, su enunciación. No es necesario explicitar demasiado la moral: el cuerpo la conoce. Qué hacer con ella implica otros veinte pesos. Escribir es un acto (casi siempre) voluntario. Los gestos anteriormente mencionados no lo son. Del sistema simpático, involuntario, al sistema parasimpático, perteneciente a la voluntad, un paso, un universo es.

Entonces, el objetivo de esta nota no será proponer un argumento moral, sino hacer un comentario de índole estético. La experiencia real, lo que verdaderamente paso allí es, no hay que decirlo, inenarrable. Habría que aclarar: acaso es una experiencia narrable (primero pasó esto, después el tipo hizo esto, después aquella gritó etc.) pero no es comunicable. uún para los sobrevivientes si los hay. A nivel de los sentidos: ¿cómo comunicar el apropiado y festivo olor a carne asada que debía cundir allí, mezclado con los efluvios del gas y el keroseno, ese coctel fatal? ¿Cómo expresar, imitar, describir los gritos familiares, como distinguirlos del propio grito? ¿Cómo transmitir la sensación de la carne chamuscándose, como atreverse me quemo, me estoy quemando, esa es mi madre ardiendo y yo, ese olor a lechón asado soy yo, mi sobrino y yo, mi novia y yo me huelo yo, me oigo yo, me quemo? Nada de moral, sépase: pura fenomenología.

En esa imposibilidad de la experiencia que se sospecha radica lo sublime, más allá del dolor, más allá del sufrimiento, más allá de toda moral. O acaso lo contrario, habría que fundamentar una moral en la experiencia imposible de lo sublime. El cuerpo reconoce esta posibilidad, la expresa en la ambigüedad de sus gestos ante lo atroz. El mismo gesto ridículo y digno a la vez, solidario a la vez, demasiadamente humano a la vez Gestos grotescos pero sobrecargados de moral. Porque es que estamos más allá, en un sobremundo de lo atroz. Cadáveres de pie, cadáveres motorizados, maniquíes de carne que voltean la lógica de la representación (un cuerpo que imita a un maniquí que imita a un cuerpo), taxidermias inauditas, casos de sin resolver de niños muertos dónde la lógica más mínima señala a los responsables convertidos en historias locked room mystery de Sherlock Holmes, la orquestración en el tiempo de el evento hiperreal de la muerte en episodios sucesivos, el lenguaje prestado de la ficción para nombrar lo demasiado real de la muerte, los números que no mienten pero desaniman (¿o animan? Los números como game show caligari: ¿cuántos muertos van? ¿rompimos el récord del año pasado? ¿no? ¡Coño, por poquito! Pero este año empezamos con buen ritmo, ya van tantos más que el año pasado a esta fecha. Este año dios mediante rompemos record. ¡Carajo, van ocho fucking días!), la muerte como espectáculo, como película mala, la muerte, la muerte. Qué vergüenza.

El hombre-monstruo lo único que tiene de monstruo es el alma. Las enfermedades del alma son las más patógenas, las más contagiosas. Encuentro en el vocero del cinco de enero una caricatura en la página 20. “Doña Violencia está de plácemes” dice el título. Una señora de mediana edad, un poco obesa pero voluptuosa, curvosa podría decirse, se lima las uñas. Lleva un traje negro muy ajustado y corto. Lleva un collar de perlas negras. Lleva verrugas en su nariz enorme, como una bruja. Sería fantásticamente cómica la caricatura si su titulo dijera: “Tu suegra”. Pero ella es Doña Violencia. Alardea de sus hazañas en el año anterior y el principio del vigente. Lejos está esta figura de la muerte esquelética y encapuchada, aquella que portaba una guadaña para segar las vidas de los mortales, aquella que ni se alegraba ni se entristecía de su monótono trabajo, y era por lo tanto más terrorífica, por menos humana. Doña Violencia está simpática, casi seduce. En la página 7 del mismo periódico misma fecha leo el siguiente titular: “Por poco imitan desgracia”. Se refiere a que un tipo le pegó fuego a la casa de su hermana remedando al hombre-monstruo, némesis celebridad que ya tiene su primer imitador. Mimesis. ¿No escribí arriba que esto era sólo una cuestión de estética? También escribí que las enfermedades del alma son las de más suceptible transmisión.

Y sigue el contagio.

Tuesday, January 4, 2011

Navidades en La Habana


En Sangívin Jess me rogó que me extendiese con ella hasta las Navidades pero puse trabas: Tengo que entregar los finales en la universidadAdemás, tá lo de Cuba. Le molestó el hecho de que le tocaba quedarse en ese clima grisoscuro mientras yo me iba a La Habana: tanto Mojito tanta desgracia, playa transparente hasta la garganta, beso sudado en el aterrizaje, los adioses.

Llego a un San Antonio de los Baños que enamora de verde, de acento suavecito, como sugerido, como Oye chiquitico ojos más lindos que tú tienes, bébete otra cerveza, apriétame, tú eres dominicano, tú eres del cielo, qué boca tan dulce.

Me siento completo, borracho de una isla que me faltaba. Escribo en las paredes de Centro Habana: “Te confieso que privando en ciego tropecé con los rumbos de miel que dejaba en tu costillar cuando te adelantaba, apretándote izquierda, me mordiste una oreja, me recordaste mi santo.”

Hace dos semanas le juraba a Jess amor eterno en Irving Park y ahora que hago unos trueques violentos con Cubana de Aviación estoy seguro que dentro de un mes juraré quedarme. Ser cubano. Quizás así adopte un estilo literario que presione lo que escribo; que coloque definitivamente entre la espada y la pared lo que significa entablar desde el lenguaje poético y el habla cotidiana. Una poesía en donde la palabra signifique en sí. Lo común, según Cortázar: Lo insólito es lo contrario a lo común; es decir, una lata. O sea que me siento horrible lejos del Viejo San Juan. Le pregunto al moreno que me machaca las hojas para el Mojito en el Nacional, ¿Cuántas islas me tocan? ¿Cuántas albergo?

Las cubanas te acuestan en los ceniceros para que lleves su marca. Te revuelcas la vida con una cubana y no terminas siendo ni su novio ni su nadie ni su nada: eres un pedazo de hierba que les recuerda de donde vienen; una lágrima mañanera en una film de Pineda Barnet; un trozo de sangre que les hace extrañar al hijo que tendrán contigo; la bruma de una mujer que toma la decisión de escaparse con otra mujer; los bosques sin verjas; playas amuralladas… Tanto tiempo viviendo en Boricua y sin haber amado.

Pero el avión que me devuelve pasa como siempre por la República, en donde me relajan el acento pero no me permiten ser nada más que un DominicanYork en tránsito. El avión llega a Chicago y hay un tren que sale para Naperville. Despierto y te encuentro arrecomodada en mi pecho; me aruñas un bembe y dices te quiero en ese acento tan estrujado, tan no puedo vivir sin ti, tan yo sabía que vocé iba a voltar. En tu casa todavía el arbolito resiste las bombillas y las aureolas, los regalos abajo y sin abrir. La gringada, en suma. Yo destapo la botella de Havana Club para ponerme sabroso. Para entregarte un corazón desbordante, arrestado de mulatos y malecones. Un corazón coraza para regalárteme en Navidad.